Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100372
Legislatura: 1894-1895
Sesión: 13 de Noviembre de 1894
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 3,22-24
Tema: Discurso sobre crisis ministerial (presentación del nuevo Gabinete)

El Sr. PRESIDENTE: La tiene S. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Después de adherirme, en nombre del Gobierno de S. M., a las sentidas frases dedicadas por [22] el Sr. Presidente de la Cámara a la memoria de aquellos Sres. Senadores que han desaparecido de entre nosotros, considero como mi primer deber, una vez constituido el Senado, saludar respetuosamente a esta alto Cuerpo en nombre del Gobierno, y además presentar el Ministerio, modificado a consecuencia de la última crisis ministerial.

Quisiera decir algunas palabras sobre las causas que promovieron la crisis y acerca de su desarrollo y terminación; pero son tan conocidas de todos las causas que la promovieron, y su desarrollo se hizo tan a la luz del día, que apenas tengo nada nuevo que decir.

El Ministerio de Estado del Gabinete anterior había unido, y con razón, su suerte a la suerte de los tratados de comercio presentados en esta Cámara, y además creía incompatible con la buena gestión, con la gestión beneficiosa de las relaciones diplomáticas, la conducta, que no discuto ahora, de la Comisión del Senado que entendía en el examen de esos tratados.

La nota y las declaraciones del Gobierno de Alemania establecían un plazo para la aprobación o desaprobación del tratado que había concertado aquel Gobierno con el Gobierno español, y este plazo era el de que había de discutirse el tratado antes de que las Cortes se separaran. El Sr. Ministro de Estado tomó este plazo como término para la resolución que él había adoptado. Las Cortes se separaron sin que, no digo se discutiera los tratados, sino sin que siquiera la Comisión hubiera dado dictamen, y entonces el Gobierno de Alemania dio por rotos los compromisos que tenía con el Gobierno español para el establecimiento de su tratado, fuera o no aprobado.

Todavía el Ministro de Estado y el Gobierno de S. M. creyeron que debían hacer un esfuerzo para ver si se reanudaban de alguna manera aquellas relaciones interrumpidas, en bien de los exportadores españoles, así peninsulares como insulares, por los perjuicios que sufrían una vez cerrados los mercados del Imperio alemán, pero todo fue en vano, y el Ministro de Estado se persuadió de que no había medio de reanudar las relaciones con el Imperio alemán. Entonces el Ministro de Estado presentó su dimisión, y yo le supliqué que la reservara hasta ver si había algún medio de persuadir al Gobierno alemán de que no era culpa del Gobierno lo que estaba sucediendo; que el Gobierno hacía todos los esfuerzos que estaban en su mano par ver si de algún modo se sometían los tratados a discusión y se aprobaban o no, porque, después de todo, ningún Gobierno tenía el derecho de influir en las Cámaras españolas, y si éstas crían que los tratados no eran buenos, harían bien en desaprobarlos; pero al fin y al cabo, era necesario aprobarlos o desaprobarlos, que era la única contestación que podíamos dar al Gobierno alemán.

Esto no ha sucedido, y por más esfuerzos que hizo el Gobierno, y por más esfuerzos que hizo el mismo Sr. Ministro de Estado, no fue posible, por razones que la Comisión expuso, que diera dictamen, y todavía están estos tratados en el ser y estado en que se hallaban a su presentación. Yo hice todos los esfuerzos que estuvieron en mi mano para impedir la salida del Ministro de Estado; pero el Ministro de Estado creía que por lo menos debía dar esa satisfacción al Gobierno del Imperio alemán, mas yo entendía que cuando se trataba de una cuestión que no había sido resuelta en el Parlamento ni favorable ni adversamente, sino que no había sido discutida por razones que tenía una minoría importante del Senado, no había motivo para que el Sr. Ministro de Estado se retirase del Gobierno, porque esto sentaba un precedente fatal para todos los Gobiernos.

Después de todo, si el proyecto de ley se hubiera presentado a la aprobación de las Cámaras y hubiera sido desaprobado, claro es que, tratándose de un proyecto de importancia para el Gobierno, el Gobierno sabía lo que tenía que hacer; pero, francamente, que un proyecto no se apruebe ni desapruebe porque una minoría se oponga a su examen, y que por eso deba retirarse un Ministro o un Gobierno, no lo comprendo, sentando así un precedente fatal para la marcha de cualquier Gobierno, no sólo de éste, sino de cualquiera que lo reemplace.

Pero el Sr. Moret creyó que no se trataba sólo del examen y discusión de aquel proyecto de tratado, sino que se trataba además de su gestión como negociador, toda vez que, si bien el proyecto no había sido discutido, había sido atacado en sus líneas generales y en su enlace con otros tratados, y consideró que, tanto por esto como por las declaraciones que había hecho, no podía continuar en el Ministerio.

Hay más; para obviar las dificultades que podían surgir, porque después de todo estamos hoy en el mismo caso que estábamos cuando se presentó el tratado, estudió el Gobierno la manera de resolver el conflicto, pues no podíamos continuar toda la vida con los tratados pendientes, sin dar satisfacción a las Naciones que habían tratado con nosotros, y después de reflexionarlo detenidamente, ha creído el Gobierno que para conseguir fines parecidos o iguales a lo que con los tratados se proponía, podía adoptarse un sistema que se ha dado en llamar, con más o menos propiedad, autónomo, y que consiste en la revisión de la segunda columna del arancel, en cuya revisión constaran las ventajas consignadas en tratados aprobados ya por las cortes y sancionados por S. M., y otras que, sin perjuicio de la producción nacional, puedan concederse a cambio de las que necesitemos. Tal revisión, puede hacerse, previa autorización de las Cámaras, por medio de una Comisión en la que tuvieran participación, no sólo todos los partidos, sino todas las corporaciones que por ley o por su competencia reconocida están llamadas a influir beneficiosamente en estos asuntos.

Pues bien; este pensamiento lo aceptó el Sr. Ministro de Estado del Ministerio anterior; él mismo lo propuso como la mejor salida de este conflicto, como la mejor solución de la dificultad; pero él, que lo proponía como único medio, decía que no lo podía realizar; ?no tengo autoridad bastante, añadía, para realizarlo en relación con las Potencias extranjeras?, y presentó ya su dimisión de una manera irrevocable.

En tal estado, el Sr. Ministro de la Gobernación, cuyos lazos de amistad y de gratitud para con aquel Sr. Ministro de Estado reconoce todo el Senado, dijo, dando mucha importancia, la que tiene realmente, a la permanencia del Sr. Ministro de Estado en el Ministerio, que él no podía continuar, saliendo el señor Moret; que quería acompañarle en su salida, por gratitud, por amistad y por respeto al que había sido su maestro. Tal era la importancia que daba a la [23] permanencia del Sr. Ministro de Estado en el Gabinete.

Así las cosas, el Sr. Ministro de Ultramar, el señor Becerra, que no hubiera promovido quizá por sí solo la crisis, una vez planteada dijo que él presentaba también la dimisión de una manera irrevocable, porque entendía que no podía desde el Ministerio llegar a establecer la inteligencia que creía necesaria en los asuntos de Ultramar; y en tal estado las cosas, los demás compañeros, para facilitar la solución de la crisis y dando la importancia que tienen a estas tres individualidades del partido liberal, no sólo en el Gobierno, sino en el partido, me presentaron sus dimisiones y se generalizó la crisis.

Di cuenta a S. M. de lo que pasaba, poniendo en sus manos la dimisión de todos los Ministros, incluso la mía y S. M. se sirvió aceptarlas todas menos la mía, porque me dijo: ?¿Para qué, si va usted a continuar encargado de reorganizar el Ministerio?? En cumplimiento, pues, de este encargo de S. M. tuve el honor de presentar a su Real aprobación el Ministerio tal y como está constituido, tal y como tengo el honor de presentarlo a la consideración del Senado.

Claro está que siendo los Ministros entrantes, como los salientes, individuos del partido liberal, este Ministerio, como el anterior, tiene el programa del partido liberal, y no necesito exponerlo porque lo expuse a la formación del primer Ministerio; y aquel programa es el de este Gobierno, como lo fue del anterior, con las modificaciones que la experiencia ha acreditado para adelantar los trabajos, para hacerlos más efectivos, para conseguir más pronto los fines que el Gobierno liberal se propone. Es claro que, una vez que el Gobierno se propone realizar el programa del partido liberal, ha de contar con el apoyo del mismo partido, como espera contar, en cuanto se trate del programa económico del país, que interesa a todos los partidos, con la aquiescencia de los demás partidos políticos.

Y no tengo más que decir, porque supongo que esto tendrá su desenvolvimiento (El Sr. Duque de Tetuán: Pido la palabra), puesto que, como sucede en todas las crisis, la solución no satisface nunca a los adversarios, que primero desean que salga un Ministro, y desde el momento que sale les parece mal su salida y creen que estaría mejor en el Ministerio. Sobre este punto me han anunciado una interpelación en el Congreso. El Gobierno está dispuesto a contestarla en el momento en que cumpla este deber de cortesía que tenía para con el Senado; supongo que aquí se anunciará la misma interpelación, y que será probablemente por individuos del mismo partido que la han anunciado en el Congreso; yo dejo a la elección del partido conservador el sitio donde ha de explanarse; me tiene completamente a su disposición. La he aceptado en la otra Cámara; si conviene a los individuos del partido conservador de esta alta Cámara que sea en el Congreso, en el Congreso será; si les conviene que sea aquí, me es de todo punto indiferente. En este asunto me tiene completamente a su disposición para mayores esclarecimientos. 



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